SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La reproducción cooperativa y el mundo e la cultura.-

 

Si en el campo de las instituciones de ahorro (Cajas de Ahorro, principalmente), vemos dibujarse la tendencia que consiste en concentrar el ahorro de los trabajadores en las instituciones que dedican su actividad, principalmente, a la creación y reproducción de cooperativas, hasta el punto que algunas de ellas ya funcionan con esta especialización; en el campo de la educación y la cultura, correspondería un cambio aún más acusado.

Estamos considerando, lo recordamos, el efecto que provoca la producción cooperativa en las instituciones a través de las cuales se reproduce.

Y hemos de recordar que, en proporción al peso, a la presencia, de la producción cooperativa en un mundo de dominio productivo del capitalismo, este efecto solo lo señalaremos en forma de tendencia, es decir, de dirección hacia dónde señala el movimiento de cambio.

Por eso mismo, la principal palanca, el principal motor, en ese avance hacia la adecuación de las instituciones a la nueva producción cooperativa, es precisamente, el aumento de empresas cooperativas y el aumento en la dimensión de las existentes. Porque ello permite, y exige, atender a su reproducción en forma adecuada.

En el terreno de las instituciones de enseñanza y cultura, hay que tener en cuenta, algo ya repetido.

Han sido creadas, y funcionan, como instrumento de reproducción, de un tipo de producción basado en el trabajo por cuenta ajena.

La finalidad de estos instrumentos, de estas instituciones es, por lo tanto, crear unas condiciones en el terreno de las ideas, del conocimiento, de los valores, de los proyectos personales y colectivos, que faciliten el mejor funcionamientos de esos procesos de trabajo por cuenta ajena. Para eso se las crea. Para eso se les paga.

En el escenario productivo (talleres, tajos, obras) el trabajo por cuenta ajena coloca la sabiduría, el mando y la ganancia, en la zona de arriba; y separados en la zona de abajo, se sitúan, la ejecución, la obediencia y el salario (para mantenerse). Este escenario, con esta colocación de sus elementos, con esta relación entre ellos, aparece reflejado, como en un espejo, en el mundo de las instituciones, particularmente las que se ocupan del aspecto cultural y educativo.

La parte de arriba de la producción, la de la ganancia es la heredera de la que ocupaba este mismo lugar en la producción de los siervos y de los esclavos. De ella recogen el testigo, como en una carrera de relevos. Esclavos, siervos y obreros, retiran de la producción lo que necesitan para vivir, para reproducirse. Su reproducción es sencilla, elemental, ajustada (comer, vestir, tener habitación o cobijo). Ni han tenido tiempo, ni medios para otra cosa.

Nobles, señores e Iglesia, han retirado de la producción, todo; dejando para la reproducción de los trabajadores, lo mínimo que en cada momento permitía esta reproducción.

Con esas inmensas cantidades retiradas de la producción para su aprovechamiento, goce, disfrute y libre realización de sus deseos y proyectos, han elaborado a lo largo de los siglos, un mundo material (Palacios, Castillos, Catedrales, Teatros, Monumentos, Villas, Monasterios, Residencias, muebles, joyas, libros) y un mundo de ideas, nacidas de las condiciones materiales de su vida, a cuyo conjunto lo conocen como cultura. Añadiendo a esta cultura, el producto paralelo salido de las condiciones materiales de la vida de los trabajadores, tendríamos la cultura de un país y de un tiempo.

Ni que decir tiene que la alta cultura tenía su residencia en los Palacios (del Rey, de los Nobles, del Papa, de los Obispos), en las Catedrales, en los Teatros. Y de ahí la recogieron los nuevos ricos, los empresarios.

La cultura que llega a los trabajadores, hoy, en Europa, es hija de esta alta cultura. El trabajador de nuestro país que pretende ser considerado culto, ha de entrar en ese mundo material (Teatro Real, Liceo, Museo del Prado, Orquestas de titularidad pública, Exposiciones, libros escritos por o para este grupo escogido) y en ese mundo de las ideas, hechas, surgidas de unas formas de vida que le son muy lejanas.

Lo importante de esta cuestión es lo siguiente. Los trabajadores nunca intervinieron en la creación de esta alta cultura. Sus condiciones de trabajo y de vida no se lo permitían. Sin embargo, sus condiciones de trabajo y de vida, eran las que permitían que, en Palacios y Catedrales, los señores, que no trabajaban, fuesen los promotores, los que pagaban, estas actividades.

Siendo esto así, los trabajadores ven cómo se les presenta esta cultura como la “alta” cultura, la “verdadera” cultura, la cultura hacia la que se debe tender por ser la de mayor calidad.

Una determinada manera de trabajar ha permitido la existencia de esta alta cultura. Esa manera de trabajar, creaba las condiciones materiales que permitían la creación y reproducción de esta cultura. Esa forma de trabajar no fue elegida, sino que le fue impuesta a los trabajadores. Los trabajadores no pueden olvidar ante las obras de esa cultura, en qué condiciones vivían los trabajadores que las hicieron posibles. Ese tipo de cultura, que exige para su creación y reproducción, un tipo de trabajo como ya conocemos, no será instrumento válido para la creación y reproducción del trabajo en cooperación. El trabajo en cooperación no crea las condiciones materiales que se necesitan para la vida de ese tipo de cultura.

En una palabra. La cultura, como forma de vida (es decir, de trabajar) que será la base de la creación y reproducción de los procesos de trabajo cooperativos, no será la alta cultura. Las instituciones culturales en que se apoyará el trabajo en cooperación, no serán las de la alta cultura. O bien, los trabajadores, como labor preparatoria, conseguirán, que sean presentadas como directamente ligadas a una forma de trabajar no deseada por los trabajadores, y por lo tanto, no como “la cultura”, la “mejor” cultura, sino como la cultura “propia” de una forma de trabajar que permitía a los que no  trabajaban aplicar lo que retiraban de la producción, a estas actividades

 

Estas formas culturales heredadas tienen una gran importancia para el movimiento  organizado de los trabajadores. La razón es que, las formas de vida (las llamamos así, pero realmente son formas de trabajar; según cómo se trabaja y cómo se recogen los frutos de ese trabajo, así se vive), asentadas en una sociedad (llamamos así, sociedad, al lugar donde se producen y reproducen los procesos de trabajo) durante largos periodos de tiempo (normalmente siglos), acaban creando costumbres, (que acaban tomando forma de leyes), formas de relacionarse los individuos según la posición que tienen respecto al trabajo material, formas de ver (opiniones) estas relaciones; y todo esto va tomando cuerpo en las instituciones. Y es lo que llamamos cultura, que contiene lo que llamamos tradiciones.

La cultura de un pueblo, se asienta directamente en la forma cómo se organiza en él el trabajo material, la producción material. Constituye, precisamente, el herramental necesario para su pacífica y sostenible reproducción. Si la herramienta más necesaria para la reproducción de un tipo de trabajo, es la violencia, diremos que se trata de un pueblo con tradición, con cultura guerrera. Si la herramienta más útil es el arte, diremos que se trata de un pueblo con tradición artística.

Si la producción material tiene como soporte el trabajo esclavo, ya podemos deducir que los guerreros o los artistas de esos pueblos, no son los esclavos, no son los trabajadores.

Y sin embargo, lo que nos llega de ellos; lo que nos enseñan nuestros libros de historia es que Grecia era un pueblo en que se cultivaba la filosofía (Aristóteles, Platón) y el arte; Roma destacaba en el cultivo del derecho, las artes, las grandes obras públicas; España, el pueblo español, llevó adelante la hazaña de los grandes descubrimientos; Inglaterra se forjó un inmenso imperio colonial, etc.

El resumen, la combinación, el crisol (el vaso en el que se funden los metales), de todas estas cualidades, nos daría como resultado, nuestra cultura europea actual. La gran cultura.

Como se trata de la unión de los más excelente de cada cultura, estaríamos ante una cultura excelente.

De esto, cabe deducir, que se trata de la meta más alta a la que puede aspirar, apropiándosela, cualquier europeo que quiera ser culto. Incluidos, naturalmente, los trabajadores.

Se trata, como podemos apreciar, de una herencia riquísima y valiosísima. Contiene la historia de toda la sabiduría, todo el goce, toda la emoción, que permite disponer del mando sobre todos los procesos de la producción  material, así como sobre los instrumentos que aseguran las formas de su reproducción.

Evidentemente se trata de una altísima cultura, para uso de los que la puedan seguir utilizando y disfrutando de su uso.

Los trabajadores  nunca la podrán usar, ni disfrutar. Ellos la hacen posible; sin ellos no existiría; pero su forma de participar en el festín, consiste en prestar su trabajo en procesos ordenados de tal manera que el mando de los mismos, y el disfrute de sus productos, permita crear, recrear, gozar, y dirigir estas excelentes formas de vida (en este caso de no-trabajo) a las que hoy consideramos alta cultura (que consideramos, y que lo son, efectivamente).

En la medida en que los procesos de trabajo de la producción material, estén en manos de los propios trabajadores, los instrumentos culturales (las instituciones) que los reproducen, dejarán de reflejar unas relaciones que están en la base de la “gran cultura”; pasando a considerar ésta forma de entender la vida y su reproducción, ya superada; y sus “virtudes”, como costumbres y tradiciones, ajenas y contrarias al interés de los trabajadores.

 

Esta alta cultura y las instituciones en que toma cuerpo, han ido adaptándose a los nuevos amos, a los empresarios, evolucionando solo en la medida en que lo exigía su reproducción. En lugares como Inglaterra, o el Estado del Vaticano, se siguen exhibiendo las antiguas formas, como ejemplo de virtudes y tipo de relaciones dignas de imitarse.

En nuestro país, esta cultura, molde social que reproduce las relaciones en el trabajo, sigue dando forma, sigue dando el tono, en las principales instituciones encargadas de producir y reproducir, modos de vida, estilos de vida, virtudes sociales.

Las relaciones entre estas instituciones y los trabajadores, no es otra cosa que el reflejo de la que ellos han de guardar en el trabajo con el empresario. El empresario representa el saber, el impulso emprendedor hacia lo nuevo, es el depositario más indicado de riquezas, experiencias, y el dispensador natural de todos estos bienes. Las instituciones culturales son el espejo multiplicador de esta situación de prevalencia y sumisión respectiva.

Las instituciones encargadas de la enseñanza, de transmitir los saberes, los conocimientos, están íntimamente ligadas a éstas, puesto que el conjunto de lo que trasladan a la nueva generación no es otra cosa que la cultura acumulada por las generaciones anteriores.

Como hemos visto, se trata de la selección hecha por los responsables de dirigir la producción material, y la reproducción de la misma. La cultura que se transmite (la excelencias de esa cultura), representa las formas de vida, las virtudes, los hallazgos, las aventuras, de ese grupo director. Como sólo ellos dirigían, son los únicos protagonistas.

Si se habla en la escuela, en la Universidad, de pintura, aparecerá el pintor que retrataba al Rey, era el mejor. Si se habla de arquitectura, aparece el que construyó el Escorial, que era excelente. Si se trata de ciencia, aparecerán los colegios de los ricos ingleses, en Cambridge o en Oxford, o los monasterios medievales. Si va de grandes descubrimientos, Colón, con los dineros de la Reina Isabel, será el más lucido.

Los trabajadores tienen que aprender, cultivarse, siguiendo la estela de estos grandes hombres, que son los que van abriendo paso a la humanidad a lo largo de la historia. Es sorprendente, pero ningún trabajador ha hecho nada notable a lo largo de la historia.

Ni lo ha hecho, ni lo hará.
Mientras estén ocupados en ejecutar todas las tareas en la producción material, necesarias para que haya un grupo reducido que, desentendiéndose de estas tareas, se ocupe de la dirección del mundo, partiendo de la dirección y control de los procesos de trabajo que están en la base de todo ese mundo, no estarán en posición de hacerlo.

Esa posición no es inamovible. En los procesos de trabajo cooperativos aparece la oportunidad de romper esa desairada posición, al alcanzar el lugar desde el que se ha fabricado toda esa cultura.

Si se logra esa posición base, en ese proceso de trabajo, al menos, se ciega la base de reproducción de esa alta cultura. Por lo tanto, avanzar en esa línea concreta, es cortar las vías de abastecimiento a esa cultura aristocrática (de unos pocos privilegiados).

Con el desalojo de ese lugar (desde el que se ha creado la cultura que se nos enseña) de los que lo han ocupado largos siglos, no solamente se les priva de la base material que les permitió su protagonismo cultural, sino que, y sobre todo, se les demuestra la capacidad de los trabajadores de iniciar el camino (y con los mismos pasos –empezando por la producción-), que conduce a la progresiva sustitución, tanto en la dirección de la producción, como a las instituciones que le dan soporte.

La sola existencia del trabajo en cooperación, la sola capacidad de producir en forma cooperativa de manera sostenible, representa un desafío al capital, que suele presentarse como la más eficaz forma de producir, como la única forma de producir. Así lo dicen y lo sostienen.

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